El príncipe Asir tenía tres reglas:
No acostarse nunca con una mujer virgen
No acostarse nunca con una empleada
No casarse jamás
Kirsten Ross no era más que una limpiadora, pero el sexy jeque no pudo resistirse a sus encantos y no tardaron en acabar en la cama juntos. Kirsten era inocente, pobre…, y ahora se había quedado embarazada de un príncipe.
Su honor lo obligaba a convertirla en su esposa…
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